En Paraíso I, María Cortés nos transporta a un paisaje sereno y ensoñador, donde la naturaleza se despliega en una armonía cromática envolvente. El cielo, teñido de un suave rosa, se funde con un mar turquesa que refleja la luz del sol, representado como un círculo dorado vibrante. A ambos lados de la composición, dos colinas contrastan en tonalidades de azul profundo y verde brillante, texturizadas con patrones orgánicos que evocan la riqueza de la vegetación.
Sobre un risco, un árbol de copa redonda en forma de corazón, inspirado en los flamboyanes, florece en una explosión de pinceladas rojas, rosas y azules. Este elemento se convierte en el punto focal de la obra, simbolizando la vida y la esperanza. Paraíso I invita al espectador a perderse en su quietud, a imaginar un refugio donde la naturaleza y el color coexisten en perfecta sintonía.